jueves, 11 de febrero de 2010

Olvídate hasta de mí

Esa noche eramos dos soledades que se juntaban. Salimos a caminar por las calles de esta ciudad fría, alimentándonos siempre del humo incesante que vomitan las chimeneas. Apagamos los teléfonos, siempre tan inoportunos como las lluvias de verano.

Era la oportunidad para escapar, para huir de las noticias y el bullicio de nuestros días. Olvidar las últimas movidas de la política y sacudirse de las obsesiones que luchan contra nuestra tranquilidad. Olvidar también lo mucho que dicen los libros que una y otra vez repasamos impacientes. Nadie sabía nuestro paradero con certeza y eso, contra toda la lógica, nos ponía más contentos y nostálgicos.

Ella sabía quizá tan bien como yo lo mucho que me costaba aceptar la aventura de estar vivos. Quitar de mis oídos los audifonos y no pensar en nada. Perderle el miedo al silencio. Sabía bien que me resistiría como pudiera a dejarme llevar, y que el miedo me paralizaba como los nervios en una despedida. Ella lo sabía, pero sabía también que una vez entregado a ese viaje, una vez dentro de la fragilidad que supone el hecho de saberse vivo, agradecería lleno de alegría a quien me hubiese arrastrado a esos momentos de regocijo y paz.

Así que me pidió que lo olvidara todo, solo por una noche. Que dejara atrás por un momento el hambre, las guerras y las terribles injusticias que nos amenazan a diario. Que olvidara las historias de la bella Sherezade que tanto repetía. Me pidió que me sacudiera, dejando caer al piso húmedo las largas y fastidiosas tardes de estudio. Que pusiera por detrás de una larga y roja pared de ladrillos esos acordes que no puedo encontrar y que me mantienen ensimismado mientras paseo por la casa. Me pidió que no recordara nada de esto, que simplemente, lo olvidara todo. Y me pidió incluso que olvidara que ella caminaba a mi lado.

Creo que le fui complaciente en todo, o bueno, en casi todo. Olvidé las grandes cosas que conforman mis preocupaciones. Mis estudios, los problemas, mis inquietudes, incluso mis inseguridades. Olvidé por un momento que existen los presidentes, y que más allá del horizonte se destatan terribles batallas. Olvidé lo que decían los libros y lo que callaban los acordes. Pero no pude conceder todos sus deseos, no pude responder a todas sus peticiones: y es que, por más que lo quisieras, no pude olvidarme de ti.


Y así terminamos, entregándole a las peluqueras chismes frescos sobre dos jóvenes que eran felices sin pedir demasiado. Rindiendo homenaje a los viejos mineros, quienes, abrigados por la oscuridad infinita compartían viejos recuerdos, nuevas mentiras y grandes anhelos de nuevos caminos por trazar.

Les dejo a continuación la letra del tema "Olvídate hasta de mí", que viene a relatar una nueva huída en estas ciudades que siempre nos atrapan con su ritmo frenético. La canción, por supuesto, pertenece al trabajo del proyecto "Botes y mareas".


________________________________________________



Olvídate hasta de mí

Hoy salimos, a brindar por las calles,
me dijiste "la pena me ha dejado, ya podemos celebrar".
El vómito de humo no te alcanza hace unos días,
Te buscan intranquilos en la oficina,
sus gritos hoy no llegan hasta acá.

Los gatos se esconden como niños asustados,
mientras tu risa apaga los gritos de esta ciudad,
algunos celebran, arriba, donde no llegamos,
regálame un helado, yo te invito a recordar.

Es que hoy quiero ser otra, me dijiste,
quiero que me devuelvan el mes de Abril.
Que no caminen esta noche los relojes,
que no sea yo, la que dejes al partir.

Camino a casa, Amor mío,
te haré olvidar las tristes guerras,
y los acordes que no encuentras, no te van a atormentar.
Te olvidarás del Presidente, de los estudios,
y las chimeneas, no nos ahogarán.
Llévame contigo, donde nunca lo he querido,
donde los dueños canallas de los bares te han dejado sin cantar.
Llévame contigo, pero abandona a ese que siempre has sido.
Quédate conmigo, pero olvidate hasta de mí.

Ahora québrate, oyendo una de Sabina,
pídeme la desdudación, como el viejo Serrat,
que esta noche no se oigan las sirenas,
ven conmigo, que hoy ni mi madre me manda callar.

Estos días me has enseñado, a mirar más hacia el cielo,
a comprar perfumes, a disimular cuando no entiendo.
Me pediste que fuera responsable, grande y serio,
no sé si lo he logrado, te lo preguntaré al despertar.

Y es que hoy quiero ser otra, me dijiste,
darle a las peluqueras, una verdad que chismosear.
Como los viejos mineros, perdidos en lo oscuro,
te enseñaré nuevas mentiras y caminos que trazar.



lunes, 1 de febrero de 2010

Botes y mareas. El proyecto.

Como los tiempos de paz y equilibrio vuelven lentamente, después del ritmo frenético del fin de un año y el comienzo de otro, comienzo ahora a embarcarme en una aventura de aquellas que más disfruto: aquellas de las cuales no conozco el final.

Haciendo útil las escasas inspiraciones y las ideas sueltas que me visitan por momentos, empiezo a esbozar aquí los primeros versos inexpertos que deberían convertirse en las próximas canciones. Es cierto que los versos están temerosos, y que si la titmidez es su problema, las melodías sufren definitivamente de paralisis por el mismo motivo. Pero los días de vacaciones nos regalan la oportunidad de dejar correr el tiempo sin ver resultados inmediatos, y en ese juego de paciencia y ansiedad, brotan los primeros versos y las primigenias notas de algo que, espero, acabe siendo un conjunto de canciones que den vida a "Botes y mareas" (siquiera el título es definitivo). Un conjunto de canciones que pretenden seguir pavimentando el camino de la esperanza, la compañía y la poesía que he aprendido de muchas y sabias personas.

En este espacio, pequeño rincón en el universo de miles de ideas, irán quedando registrados, paso a paso, los avances de nuestro trabajo. Los errores, los arrepentimientos y los triunfos.

Y es que va quedando claro que las ideas me brotan más fáciles que las melodías (a que no se puede ser de profesión "bloguero", y aunque se pudiera dudo que lo elegiría), por lo que en este espacio serán compartidas.

No dejo pasar la oportunidad para decir lo obvio: cualquier idea, poética, artística, musical, estética; como cualquier aporte, de los mismos tipos, no es solo bienvenido (si quieres encontrarme, ya sabes donde estoy), sino que intentará hasta ser bien recompensado.

Gracias desde ya por acompañarme, sin mucha frecuencia ni mucha atención, porque no lo exijo, en esta pequeña aventura que, quien lo sabe, haga como las bolas de nieve y se transforme con el tiempo en algo de lo que nos podamos sentir orgullosos.

No más rodeos. Aquí, ahora, y con estas palabras, comienza el incierto camino del proyecto "Botes y mareas". ¡A remar, marinero!

P. S.: y es que acaso acabo de descubrir otra utilidad de estos espacios. Es que te mantienen trabajando, casi como sintiendo una responsabilidad de fidelidad con quien te sigue. Esperamos no defraudarlos. No serles infieles.