jueves, 12 de mayo de 2011

miércoles, 2 de marzo de 2011

Canción de ciudad y mercado

Es esta ciudad. O quizás, el leve rumor del mar que siempre olvidamos. Quizás, sólo sea que nos extrañamos y al admitirlo nos avergonzamos. El caso es que de repente reparamos en el privilegio que significa habitar esta ciudad. Esta ciudad con sus calles y sus muros, con sus luces y sus sombras.

Vivir en una ciudad significa de pronto asumir que todo es un completo enredo. Comenzar a pensar en la gigantesca intervención que el ser humano provoca en los paisajes. Pensar en que, en esos lugares donde ahora vemos largas autopistas, en algún momento nada hubo. Sólo un humedal, quizás. Un pantano. Tal vez solo tierra y piedras. Pero después de la llegada del hombre y su imperio de civilización, el caos comienza. Por hacerlo todo a nuestra manera acabamos por cargar en andas una vida frenética y tensa como los hilos de un telar. De pronto, parece ser necesario instalar supermercados, bancos, plazas, esculturas y todo aquello que se sigue y seguirá inventando que parezca acorde a la vida en sociedad.

Y ya dentro de esta esfera extraña y maravillosa, obligados a desarrollarnos, comer, dormir y vivir en nuestras grandes ciudades, casi nadie repara en el lugar en que habita. Pocos alzan el vuelo como águilas para abstraerse del caos y pensar a la ciudad como un ser vivo. Un ser que respira a nuestro ritmo, que sufre con nuestros descuidos, y que se amarra a nuestro pulso como una gavia que se amarra firme a su mastelero. Y en ese entender nuestras ciudades cuando están vivas, vamos descubriendo también aquellas cosas que la urbe nos regala. Aquellas pequeñas cosas que nos hacen felices, logrando que olvidemos por momentos los desequilibrios, las injusticias y las tragedias que asolan las tierras que habitamos.

Mirar por ejemplo las bancas rojas de las plazas, tan públicas pero tan propias de quien las utiliza. Allí donde los jóvenes amantes comienzan a conocer el desamor, las esperas bajo la lluvia y el olvido de las promesas que les hicieron. Allí mismo, donde los amantes ya viejos planean sus próximas travesuras. La siguiente huída.

O pensar, quizás, que dentro de esas antiguas casonas del centro, altas como los molinos, el pan humea y exhala aroma a mañana, mientras la tetera endiablada hierve anunciando el café y la leche antes de ir al trabajo. Imaginar a los jubilados, que acompañados del girar eterno de las victrolas, oyen viejas zambas y tangos. Gardel. Goyeneche. La negra Sosa. Atahualpa.

Ayer tembló. Como siempre. Y en la tele abrieron varias nueces. Hicieron mucho ruido y escándalo, aun cuando las parejas de viejos ya no le temen ni a los sismos. Qué va. Dejamos a los políticos seguir abriendo nueces y hacemos como que no sabemos la verdad. Porque ayer llegaste tú, con una flor naranja o azul ajustada entre tu pelo, trayendo una verdad tan nuestra que nadie nos podrá quitar. Seguimos vivos. Seguimos oyendo las noticias de la guerra a lo lejos y lamentando el llanto de los que sufren en silencio. Porque este es el lugar que habitamos. Esta ciudad es nuestra. Con sus luces y sus sombras. Con nuestras canciones y con sus mentiras. Con sus abrazos y las despedidas. Quédate conmigo, que me caigo sobre tu pecho y las caseras del mercado suplican tu regreso. Quédate a mi lado, porque entre tus manos les regalas a las aves un lugar donde anidar.

Almorzando en un puesto del mercado central recogemos la poesía que se desborda de entre las frutas y las hierbas. La recogemos, te miro y hacemos una canción con esos versos. Una canción que habla de tu ciudad, de donde tú vives. Abrazada por la sensibilidad del violín de Gonzalo González, esta es la Canción de ciudad y mercado.


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Hago guiños a algunos referentes en esta canción. Escuchaba a Pedro Guerra cuando la compuse, y por eso guiño al "Tango de madrugada", escrito por Ángel González y musicalizada por él. También guiño a algunas canciones de Ismael Serrano ("Jóvenes y hermosos" y "Se ha enredado en tu cabello") cuando cuento sobre los amantes en los bancos públicos y al decir que las aves reclaman su hueco entre tus manos.

Por último, recuerdo al poeta Ángel González, que decía "o bien dentro de casa / merendando pan y café con leche / qué alegría". Y que nos recordaba que "ayer fue miércoles toda la mañana", y que el día de hoy, "tan parecido, pero tan diferente en luces y en aroma", no es igual al día de ayer: "un día maravilloso / que ya nadie nunca volverá a ver jamás / sobre la tierra".

Canción de ciudad y mercado
(escucha la canción en el reproductor puesto a continuación)



Cuando las hojas comienzan a caer,

vuelve el amante al viejo nido;

y tu mirada profunda penetra el olvido,

el suelo, el ventolero, el mar herido.


Las bancas rojas, públicas y propias,

albergan los momentos intranquilos,

donde amantes torcidos, blancos niños,

conocen el Amor, la lluvia y el olvido;

se apegan contra el hielo de tus manos,

estrujadas contra mi propio frío.


Si en los puestos del mercado,

las señoras del intento, que buscan su destino,

gritaron versos hasta el techo,

pidiendo que volvieras.

Si no vienes, si te alejo,

y las aves reclaman su hueco entre tus manos,

quédate conmigo, que también caigo en tu pecho,

que aún me quedan vidas, voces, recuerdos.



Dentro de las casas, café, leche y galletas,

zambas en la victrola, y el pan humea.

Porque ayer, que fue miércoles todo el día,

tembló, y se abrieron varias nueces

y tú llegaste con flores en el pelo.


Si Pedro bebe otra vez del río,

coge 3 peces y hace camino;

si se pierde en el corcovado argentino.

Si le tememos de nuevo a las guerras,

y escuchamos los llantos muy de cerca.


Si en los puestos del mercado,

las señoras del intento, que buscan su destino,

gritaron versos hasta el techo,

pidiendo que volvieras.

Si no vienes, si te alejo,

y las aves reclaman su hueco entre tus manos,

quédate conmigo, que también caigo en tu pecho,

que aún me quedan vidas, voces, recuerdos.

Quédate a mi lado, cruza conmigo la alambrada,

que aún me quedan vidas, y esperanzas.



miércoles, 2 de febrero de 2011

Barcos de papel

Les dejo otro poema, mientras seguimos grabando el disco, escribiendo más versos y descubriendo a diario lo maravilloso que puede ser el simple hecho de vivir. Deseo buen descanso a quienes tienen vacaciones, y aquellos que siguen trabajando, que sus labores los llenen de satisfacción y de ánimo para seguir adelante y mantener siempre a flote nuestras frágiles embarcaciones.

Suerte a todos.


Barcos de papel

Barcos de papel,

como hojas, como vientos,

arrancados del diario de ayer,

de las recetas de cocina,

del dintel.


Y en la cocina vuelven y giran

para sobrevivir,

estos barcos de papel:

la succión de la bañera los atrapa

y los asusta.

Los queman.

En los suburbios,

en las favelas,

los barcos de papel hacen maromas

para atarse a los cañones de las armas

y no sucumbir, cuando el fuego cruzado

silba por sus velas,

hace temblar los mástiles

y agujerea sus gavias.


Admiro a los barcos de papel.

Ellos van y marchan, estoicos,

por las aguas dulces de Ródano y Saona,

por las baleadas del Mar Muerto,

las abiertas del Rojo

y las extensas del Nilo.

Van y cruzan, valientes,

los caudales amazónicos.


Como algunas cruces de color,

los barcos de papel entran a todos los conflictos,

neutrales, perfectos,

con señal de claro rumbo

y viento siempre a favor.

Ni aun se dejan tentar por las chapas,

que arrojadas de las botellas

presumen de su velocidad

cuando bajan por los canales, raudas.


Ahora que uno encalló sobre mi cama,

su flotilla me acompaña siempre,

y los pequeños marineros cantan,

a coro, canciones que cuentan

historias de mar y de sirenas.


Son buenos muchachos:

siempre cantan canciones de paz.

miércoles, 26 de enero de 2011

Versos

Mientras grabamos el disco, y para nunca perdernos de vista, para no dejar de estar cerca, compartiré contigo algunos versos que he escrito en los últimos meses. Aquí va un soneto. Te dejo como siempre un fuerte abrazo y espero nos sigamos encontrando. El disco ya será de todos cuando esté listo en los próximos meses. Suerte.


Quien eres tú cuando te me apareces, un beso, la vida


Quien eres tú cuando te me apareces,

más que un abrazo infantil, compañera,

la risa de la nada y la del todo,

el hipo que te invade cuando creces.


Tú, que amas el desierto y los mares,

alma calma y tranquila, a la vida

dispuesta. Sirena encallada, silla

de barro y de mimbre: tus azahares.


Amor, que cuando pisa el Amor, mi canto,

atrapas misteriosa las canciones;

verdad en el canto, nuevas versiones.


Y al canto, y al Amor, les quitas razones,

vives como eres, de carne y hueso;

la vida es ahora: en este mismo beso.

martes, 26 de octubre de 2010

Cómplices

Hace cinco minutos se despedía de su esposa, frente al inmaculado ventanal que cubría toda la sala. Hace 15 años que se ha casado. Ahora, con el maletín sobre las piernas, escucha las instrucciones rutinarias que exhalan los parlantes del avión. El cinturón atado, las reservas de oxígeno, y el "life vest under your seat" previniendo el naufragio. Y arrellanado en el asiento grisáceo, el exitoso ejecutivo comienza a explorar un semanario, o quizá el último número de la National Geographic, o acaso una antigua edición de la Selecciones del Readers Digest.

Al caer la tarde, cuando se apagan los ventiladores y los clientes cruzan raudos los pasillos del pequeño mercado abarrotado de verduras, las dos cajeras, ya cansadas de una nueva jornada de labores, buscan excusas para hablarse a los gritos, hasta fingir que desconocen los precios del zapallo y los pimientos. Y frente a los verdes limones, dos mujeres intentan mutuamente convencerse de que alguna vez compartieron clases, inventando recuerdos que justifiquen la charla y las invitaciones a cenar.

El más oscuro de los sicarios, que sube al auto en el D.F. limpiando su arma, no puede contenerse de comentar con su compañero los últimos rumores del círculo narco mexicano; y en la India, los empleados de un temido capo intercambian impresiones sobre la jornada de incidentes que acaba. Todos ellos han dado muerte a hombres y mujeres que han caído tomados de la mano, dejando de existir atados para siempre, en cadáver y alma, a quienes compartieron su último destino. Según se cuenta, en una isla de Chile, aun pueden verse cadáveres engrillados que transitaron a la eternidad acurrucados a sus más cercanos.

De vuelta de la universidad, el tímido joven se ajusta los grandes anteojos, y se acomoda frente a la pantalla de su computadora. Para él, es el único lugar donde puede encontrar verdadera compañía. La compañía del mundo entero. Conecta pronto con Australia y Colombia, donde una amiga y un viejo conocido de la familia lo esperan anclados a la red. Mientras, fuera de la casona, las semillas de los incontables pinos vuelan como helicópteros, rogando al viento que produzca el milagro de hacerlas coincidir con otra semilla, y juntas producir un nuevo ciclo de grandeza y majestuosidad.

En mitad del vuelo, la programación musical del avión se interumpe, y el ejecutivo se quita hastiado los fonos, maldiciendo al causante del error. Sin más artículos que hojear, echa un rápido vistazo afuera, y descubre en ese breve instante que más allá de la ventanilla las nubes toman el aspecto de esponjas, y, algo avergonzado, se sorprende de pronto sientiendo irrefenables impulsos de atrapar algunos cúmulos para él. Recuerda, el hombre sereno, cuando de niño soñaba con lanzarse sobre ese montón de nubes esponjosas, tendido al pasto y de la mano de una pequeña, con quien acabaría por casarse. Y cuando los sueños y esperanzas de la niñez lo inundan por completo, maldice esta vez su propia inercia, y se arrepiente por no mantener vivos esos anhelos inocentes y puros, de aquellos años de amores colmados de pasión blanca. Teclea mil latidos en su teléfono, y el recibo de un mensaje sorprende a su esposa, recordándole cuanto la ama.

Y yo de nuevo aquí, frente a tí, aun cargado de ilusiones vivas y sueños que se aferran a la cordura. Convenciéndome que no vale la vida si se vive solo. Que eso es hacerle trampa al presente y al futuro. Soñando con atrapar las nubes de los aviones, mientras escribo una nueva canción que habla de esperanzas, de justicias y de manos aferradas, y que te invitaré a cantar al alba a favor del viento, para que todos recuerden lo maravilloso que es no estar más solos, sentirse en compañía. Porque alguien dijo alguna vez, que el único infierno, es la soledad.


Cómplices

(puedes escuchar la canción en el siguiente reproductor)



Quizás caigan muertos tomados de la mano,

extrañando la paz, o con los vientres hinchados.

Y tal vez, los asesinos,

compartan sentimientos, olvidos, desvelos.


Quizás las cajeras del supermercado,

se pregunten a gritos, precios que ya conocen.

Y tal vez los clientes sigan tropezándose,

y finjan conocerse, hace ya muchos años.


Y yo siga convenciéndome,

que no vale la vida, vivirla tan solo.

Y yo siga buscándote,

para pedirte, ¿quieres ser mi cómplice?


Volaremos, más allá de las nubes,

te inventaré nuevas canciones.

Las cantaremos, a favor del viento,

quédate conmigo, prometo ser tu cómplice.



Quizás las semillas voladoras de los pinos,

sigan aprendiendo a rezar,

y le rueguen al viento,

las junte con quien deben y quieren estar.


Y tal vez, los más perdidos,

lleguen tarde a casa, a su computadora.

Se sienten frente a la pantalla,

y vean al mundo, desde sus sillas.


Y yo siga convenciéndome,

que no vale la vida, vivirla tan solo.

Y yo siga buscándote,

para pedirte, ¿quieres ser mi cómplice?


Volaremos, atrapando las nubes,

te inventaré nuevas canciones.

Las cantaremos, a favor del viento,

quédate conmigo, prometo ser tu cómplice.

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Puedes dejar tus apreciaciones aquí o en cualquier canal de comunicación que compartamos (facebook, correo). Para dudas, sugerencias o lo que quieras, puedes escribir a botesymareas@gmail.com


Un abrazo. Espero seas feliz.

domingo, 26 de septiembre de 2010

25 años

Hoy ha cumplido los 25 años, y el verano, tal como la rutina, se presenta inevitable. 25 veces los tíos han estrujado sus mejillas, y han mostrado cada vez sorpresa por lo crecida que está.


Son 25 largos años en que los cuidados de mamá han logrado que nada la ponga en peligro. 25 años reposados en que la princesa de papá no ha sabido de carencias ni de deseos frustrados. En la infancia, llegando cada día hasta el colegio de pago donde se enseñaba lo correcto, y ya de grande, arropada por la cautelosa misión de no romper la burbuja que la protegía. Hoy, nadie quiere perderse la gran celebración: cumple 25, y nunca ha dejado de llegar a casa por las tardes. En la cena, la conversación es sobre temas de adultos, que no le interesan. Y qué va, si aunque le importaran, no le dejarían entrometerse. Por la noche debe ceder su cama a un primo, y con la vista perdida entre los recovecos de la alfombra comenzó a comprender que es tiempo de salir del letargo. Comenzó a comprender aquello de las mariposas de Elena, su amiga, que caminaba en círculos planeando su huida, y a la que antes de partir escuchó sin prestar demasiada atención.


Y cuando el revoloteo de las mariposas ya no pudo contenerse bajo su vientre, cuando los mástiles de las banderas herían su cuerpo dormido anhelando la libertad, buscó el atlas que Elena, previendo lo que sucedería, le había dejado en un cajón. Montó en su bicicleta, y aún sin entenderse, se perdió de pronto bajo la línea curva del horizonte, tras la cual se escondían los sueños y anhelos secretos de la ciudad.


Se había acostumbrado a distinguir lo bueno, que era aquello que tenía, lo que los padres siempre le otorgaban, y tuvo que aprender sobre aquello que nada sabía. Olvidar aquello que escuchaba en las canciones, eso que dicen de la melancolía, y de los riesgos que conllevan las huidas. Olvidar el miedo a la oscuridad y llorar sola oculta en un rincón. Comprender que no importa el destino, porque lo importante es el viaje. En el camino comenzó a proponerse destinos imaginarios, mezclando el sueño con la realidad, y preguntó a gentes desconocidas por las referencias necesarias. Con el correr del tiempo, fue haciéndose parte natural de las fiestas que tiempo atrás tanto había anhelado. Creció donde mejor podía hacerlo, en sus lugares soñados, entre las trillas de los campos y la Rayenantu*, entre las bromas de los feriantes y los estofados de las abuelas, en pueblos que nunca encontró en sus mapas.


Han pasado ya varios años. Ahora recuerda con nostalgia los tiempos en que compartía con sus padres. Ahora, sentada frente a la plaza, iluminada por ampolletas de colores, repara en cuanto ha crecido, y entiende que aquel no era un crecimiento de los que sus tíos pudiesen notar.


“¿Dónde está la niña que vimos partir?”, pregunta su padre, cuando ve delinearse de nuevo la menuda silueta bajo el marco de la puerta. Ella, mientras reparte abrazos, intenta explicar lo necesario que era que aprendiera a sanar sus propias heridas, a sufrir sola, a llorar. Con los ojos humedecidos les cuenta lo importante que era aprender a fallar por sí misma, y asumir el reto de las malas consecuencias que traen los errores. Porque fallar muchas veces no siempre supone ir mal. Porque al fin y al cabo, atreverse y fallar las veces que sea necesario es lo más parecido a lo que debiese ser la vida. Porque ahora, estaba lista para aquello. Ahora está preparada para vivir.


*Rayenantu: laguna ubicada en la localidad de Santa Juana, en Chile. En mapudungún, significa "Flor dorada" o "Flor del sol".

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Una nueva canción de huidas, en la que quizá me siento más representado que otras veces. Porque a mí también me gustaría montarme en la bicicleta y partir a donde sea. Para conocer y entender otras vidas, otros sufrimientos y otras razones. Para vivir.


Las canciones que dejo aquí en el blog son solo "demos" o maquetas de lo que serán las grabaciones definitivas, las que deberían estar listas a principios del año venidero. Espero encontrarte también allí. Por mientras, puedo regalarte algunos archivos mp3 con algo del trabajo de Botes y Mareas a través del correo electrónico. Solo tienes que pedirmelo. Te dejo aquí la canción "25 años".


25 años

(puedes escuchar la canción en el reproductor de música puesto a continuación)


25 años fueron los que no dejó,
ni un día de volver a casa al atardecer.
25 años de aspirinas, de jarabes,
de cuidados intensivos, de colegio y amistades.

Hoy ya está de vacaciones, y está lista otra vez,
para quedarse en casa y no tener nada que hacer,
para visitar los tíos, "¿cómo estás?, cómo has crecido".
No dice nada en la cena, y en su cama duerme un primo.

Siesta de verano, 30 grados preguntan por ti.
Roja la piel, dormido el ánimo,
cuando el escape se hace inminente,
despiértate, péinate como antes.
Haz cualquier cosa, pero ponte a salvo ya.

Un llamado urgente a su tripulación,
banderas en alto, para emprender la huída,
pero Elena se ha ido, te dejó su atlas,
caminaba en círculos y a veces rezaba,
para que lo bueno nunca se acabara.

Y un día, sin avisar, planeando la huída,
subida en dos ruedas la vieron partir,
"a donde sea, lo importante es el viaje" se decía.
Y apenas en un rato, olvidó lo que sabía,
Calle Melancolía, Kilómetro 0.
Coincidieron en su pecho, mareas y recuerdos.


Tuvo que vencer sus miedos, aprendió a llorar,
y a poco andar, se rompió su burbuja.
Le preguntó a gente extraña,
por direcciones de calles que se inventaba.

Cuanta experiencia había ganado,
en esas trillas, en las fiestas de los campos,
en la Rayenantu*, sus lugares soñados,
cuanto había crecido, cuanto había cambiado.

Que si la vieran sus padres, ya no creerían que aún es la misma,
¿dónde está la niña de mis ojos, que un día vimos partir?
Padre, yo soy la misma, la que tú conocías,
era urgente que aprendiera a sanarme la heridas.
A fallar, ya he aprendido, ahora muero por vivir.

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Puedes dejar tus comentarios, dudas o sugerencias aquí o en cualquier canal de comunicación que compartamos (facebook, mail). Te dejo un abrazo.

lunes, 16 de agosto de 2010

Aquello oscuro y nuestro

Huímos otra vez. Donde nos esperan hoy las risas alegres de las amistades. Después del bar donde canté nos refugiamos en lugares ajenos, pero que ya sentimos propios. Silenciada la música y las bromas, cuando las risas se acallan, nos vigila la luna, y para dorimir nos trepamos en esas gigantescas montañas de miedo que han dejado en el salón los amigos que salieron. Fueron a bailar, creo. Algunos a olvidar.

La noche debilita los corazones. En la oscuridad intento adivinar tu silueta para evitar el naufragio. Agarrado fuerte a tu pelo encuentro la paz y el reposo, y me entrego a los recuerdos, cargados de nostalgia, que llevan a la memoria a andar por caminos planos y otros aún por pavimentar. Recuerdo, al borde del abismo del sueño, a aquellos hombres que se pierden de un lado a otro de la ciudad buscando algo de comer, extrañando brazos llenos de sol que entibien sus manos frías, y en el silencio se me hace inevitable escuchar el rugido de esos vientres lejanos, de hermanos, amigos y viajeros que golpean puertas húmedas que suenan más despacio durante las tormentas.

Es que pienso en aquello que, siendo tan oscuro, tan vergonzoso e indebido, nos pertenece. Las desgracias, el hambre y la miseria, los errores que siempre cometemos y que nos taladran cada vez la conciencia. Pienso en la indiferencia y el letargo diarios. Pienso en la parte más oculta de nuestras vidas. Aquello que no enseñamos a nadie, de lo cual no nos orgullecemos, pero que, querámoslo o no, forma parte también de nosotros.

Y como siempre, intento no olvidar que la verde naturaleza de las selvas, las altas paredes en los campos de la caña, y los gruesos túneles en las minas de cobre y oro, ocultan gritos desesperados de libertad, derechos y dignidad. Los lamentos y plegarias son mudos, y la fe que los sostiene queda guardada en los débiles pechos de los niños que llevan las manos sucias. Quisiera hacer nuestros esos sufrimientos, esas injusticias y arroparlas en nuestros propios brazos, para darles algo de calor, para susurrarles al oído a esos hombres y mujeres que mañana todo irá mejor. Aunque quizá no sea cierto. Quizá los que matan no se mueran de miedo, y sigan con sus planes cobardes y metódicos para someter al que creen inferior. Puede que aquello no cambie. Aunque puede que sí, y por eso les susurro. Por la esperanza en el porvenir, a veces vaga. Por el sueño futuro, un tanto impreciso, pero siempre nuestro.

Una imagen me golpea la sien como un pájaro carpintero. Son los elefantes de mi abuela. Ella siempre me dijo que esas figuras que atesoraba sobre la mesilla debían mirar a la pared como señal de buena fortuna. Esa, era su precaución ante lo oscuro, ante el devenir desconocido. Como el que busca en el periódico la tira del horóscopo, o pretende hallar en bolas de cristal o en la geografía de su mano izquierda lo que no develaron con claridad las cartas. Todos buscan precauciones, respuestas, ante la desgracia y el infortunio. Otros cumplen con méritos para alcanzar la salvación, o incluso esperan venidas milagrosas que rediman de una vez todos los errores humanos. No sé si sea así. Creo que debemos ser nosotros quienes intenten quitar el hambre y curar el SIDA antes de redenciones milagrosas que hagan todo el trabajo por nosotros.

Todo es nuestro. Lo que ocurre al otro lado de la ventana y lo que llega como eco lejano desde latitudes remotas. Incluso lo que ocurre en esta habitación. Tu pelo que ya no reclama porque lo sujeto con violencia, mi imaginación invitandote una copa de vino, animándote a un beso que comparta lo mejor y lo peor de nosotros.

Y bueno. Yo seguiré a tu lado. Viendo a través del cristal como mis sombras envejecidas persiguen por las veredas lo que quedó después de nuestras derrotas. Dejando las guirnaldas al pie de la cama para recordarnos que a veces sí somos felices. En realidad, muchas veces, aunque a veces lo olvide. Y de vuelta a casa, debemos sortear los cuerpos de los derrotados. De los que no encuentran otro sentido y forma que rendirse ante sustancias que desconocen. Quizá escapan del mundo terrible que nos toca vivir, o tal vez no encuentran otro sentido que el que vemos ahora con nitidez. Quién soy para decirles que están equivocados. No sé siquiera si ese es su lado bueno o el oscuro. Quizá en un momento en que nada más merezca la pena, morir por algún rato sea su única salida. No lo sé. No sé si es su lado bueno o el oscuro, pero sé que es nuestro, y que no nos va bien negarlo.

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Alguien me preguntó alguna vez por qué mis canciones solían ser tristes. Siempre le respondía que no todo en nuestra vida podía ser color de rosa, que tal como las fiestas y la alegría, el sufrimiento y la tristeza también existen, y que son estos sentimientos tan válidos y reales como los primeros. Hay quien quisiera negar que las penas y el dolor forman parte de nuestras vidas, y por eso se enmascara en una supuesta felicidad eterna. Son los mismos de siempre los que dicen que todo está bien y que el futuro estará aun mejor. Yo no puedo, no puedo olvidar a los que sufren, y a ellos van mis canciones (por cierto que también vendrán canciones alegres. Intentaré, dentro de lo que es posible, cubrir todos aquellos sentimientos).

Para esta canción he tomado algunos versos de Francisco Arriagada ("después del cristal que quiebra el sonido..."). Gracias a él, por su disposición y buena voluntad.


Aquello oscuro y nuestro
(puedes escuchar la canción en el cuadro de reproducción a continuación)



Elefantes que miran hacia la pared,

guirnaldas al pie de la cama,

recordando noches de juerga,

que acababan sobre almohadas.


O sobre montañas de miedo,

que la esperanza hechizaba.

Haberte visto tan pronto,

y conocerte tan tarde.


Después del cristal que quiebra el sonido,

donde cuento los resquicios,

en la vereda en que a veces deambulan,

mis sombras, cuando te siguen.



Un hombre busca algo de comer,

y extraña los brazos que lo acunan.

Y yo en mi cama doy vueltas,

vientres que rugen mi sueño gangrenan.


Reparto mil maldiciones,

agarrado fuerte a tu cama.

oímos gritos, fe y oraciones.

violencia metódica, muertes rutinarias.


Te ofrezco un brindis, un beso, un pecado,

somos jóvenes, siempre fallamos.

Vente conmigo, sumemos abrazos.

No me rendí, solo es que a veces me canso.


De vuelta a casa, en las calles,

debemos sortear esos cuerpos,

la noche los ha vencido,

balas de alcohol, marcarán,

su destino.



Puedes dejar tus comentarios en cualquier canal de comunicación que compartamos (facebook, blogspot, correo, etc.). Te pido disculpes las deficincias del sonido. He tenido especiales problemas para grabar esta vez, pero ya vendrán registros de mejor calidad. Gracias siempre por estar cerca.