Suerte a todos.
Barcos de papel
Barcos de papel,
como hojas, como vientos,
arrancados del diario de ayer,
de las recetas de cocina,
del dintel.
Y en la cocina vuelven y giran
para sobrevivir,
estos barcos de papel:
la succión de la bañera los atrapa
y los asusta.
Los queman.
En los suburbios,
en las favelas,
los barcos de papel hacen maromas
para atarse a los cañones de las armas
y no sucumbir, cuando el fuego cruzado
silba por sus velas,
hace temblar los mástiles
y agujerea sus gavias.
Admiro a los barcos de papel.
Ellos van y marchan, estoicos,
por las aguas dulces de Ródano y Saona,
por las baleadas del Mar Muerto,
las abiertas del Rojo
y las extensas del Nilo.
Van y cruzan, valientes,
los caudales amazónicos.
Como algunas cruces de color,
los barcos de papel entran a todos los conflictos,
neutrales, perfectos,
con señal de claro rumbo
y viento siempre a favor.
Ni aun se dejan tentar por las chapas,
que arrojadas de las botellas
presumen de su velocidad
cuando bajan por los canales, raudas.
Ahora que uno encalló sobre mi cama,
su flotilla me acompaña siempre,
y los pequeños marineros cantan,
a coro, canciones que cuentan
historias de mar y de sirenas.
Son buenos muchachos:
siempre cantan canciones de paz.
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